El mejor regalo que tuve aquel día fue un regalo espontáneo apenas duró unos segundos y surgió de sus labios. Una sonrisa. Una sonrisa que no olvidaré nunca. Una sonrisa que forma parte de mi vida aunque no iba para mí. Yo tomé aquella sonrisa.
Des de aquel día me fijo en las personas en la calle. Yo soy el ladrón de las sonrisas. Ellas me mantienen vivo y yo nunca las olvido.